The Blasters, «Hard Line»

agosto 30, 2012

Al igual que en el último post, permanecemos en la misma época y lugar: finales de los 70, principios 80 en Los Angeles, California. Además de los punks tratados anteriormente (con mención de honor a Angry Samoans), había otras corrientes rockeras en California, como el Pasley Underground o el emergente Nuevo Rock Americano, más centrado en las melodías y Garage de los 60 (la primera) y en el Rock de raíces adaptado a los tiempos (la segunda). A uno que tiene una imagen romántica (e ingenua) del asunto, le gusta pensar que esas tendencias no estaban enfrentadas, sino que se complementaban y convivían sin problema. En el núcleo de la «bomba de neutrones» quizás se pudiera vislumbrar un hipotético bar donde alternaran un desfile de grupos variado: Black Flag, Dream Syndicate, Los Lobos, Rain Parade o Nervers, tan alejados en las formas como próximos en las inquietudes de recuperar el rock más puro, cada uno a su manera.

Imaginemos que en nuestro bar tocara algún grupo en directo, eso no podía faltar. Un buen grupo de Rock and Roll que animara la velada y también al personal a empinar el codo hasta el amanecer. No se me ocurre mejor opción que los Blasters, otros californianos de excepción, más próximos al espíritu de banda de Bar, y también más fieles al Rock and Roll clásico. Ellos mismos se auto-definían en su tema «American music»:

«We got the Louisiana boogie and the delta blues / We got country, swing and rockabilly, too / We got jazz, country-western and Chicago blues»

Los Blasters a pesar de su estilo añejo propio de épocas pasadas, no eran un anacronismo de la escena californiana. Eran un grupo del momento que no miraba hacia atrás con nostalgia, más bien tomaron nota de la energía Punk del momento, que se reflejaba no tanto en el volumen de los amplis, como en sus canciones directas y sudorosos conciertos, pero siempre con un absoluto respeto hacia sus raíces de la música americana tradicional.  No obstante, los hermanos Alvin y el resto de los Blasters, tenían más lazos en común con colegas de generación como X o Gun Club que, por ejemplo, con los tristones cantautores.

La discografía de los Blasters es breve pero sustanciosa. Editaron cuatro discos con la formación original, se disolvieron a mediados de los 80, y en los 2000 volvieron, primero con la formación clásica y luego sin Dave Alvin, alma del grupo. Pero puestos a elegir, de entre todas sus referencias destacaría el último disco «Hard line» del 85. Quizás no tenga la espontaneidad de sus primeras obras, y la producción sea demasiado nítida a la búsqueda de algún bombazo directo a las listas de éxitos, pero las canciones funcionan de maravilla. Desde mi punto de vista, Dave despacha las mejores composiciones (aunque sin llegar a la cima de «American music»), y su hermano mayor Phil canta mejor que nunca. La verdad que «Hard line» lo tenía todo para arrasar: una producción comercial cuidada del prestigioso Jeff Eyrich, canciones pegadizas pero de gran calidad, e incluso colaboraciones de lujo como The Jordanaires (grupo vocal de Elvis), Stan Lynch (batería de los Heartbreakers de Tom Petty) o John Cougar (que les cede un maravilloso tema). Al final las expectativas se difuminaron, y «Hard line» se convirtió en carne de cañón de cubetas de discos de a 1 dólar. Quizás el problema fue que los Blasters no empeñaron su alma de Rock and Roll a los siniestros mercaderes del espectáculo, en favor de defender su integridad artística con uñas y dientes, que les llevó a una prematura separación. Pero al final el tiempo, siempre sabio, les ha dado la razón, y actualmente los Blasters están en el corazón de muchos.

A pesar de todo, vale más la dignidad que toda la pasta del mundo, y los Blasters lo saben bien. Por eso sus discos siguen sonando tan bien, y «Hard line» en concreto, es un modelo de integridad y orgullo, que no renuncia a llegar a un público más amplio (o al menos intentarlo). «Hard line» es un respetuoso tratado de música americana donde hay lugar para el Rhythm and Blues vocal («Trouble bound»), animado Cajun de Lousiana («Hey, girl»), Gospel desnudo y musculoso («Samson and Delilah»),  Rock pantanoso de lo más enrollado («Dark night»), desmadrado y sencillo Rock and Roll («Rock and Roll will stand»), e incluso Rock de FM («Colored lights») que en un mundo justo sería número uno en todas las emisoras de los 40 principales del mundo… Y así hasta llegar a las 10 canciones, cifra que pone nota a un disco de los que ya no se hacen.

Esta entrada, como no podía ser de otra forma, va dedicada a Phil Alvin que esperemos se recupere pronto de su enfermedad.

Angry Samoans

agosto 24, 2012

El Rock tiene distintas expresiones: íntima, expansiva, alegre, oscura, luminosa, inocente, salvaje… Múltiples caras de una misma moneda que dan personalidad a esta música. Entre todas estos caracteres no podía faltar la «estupidez», característica unida íntimamente al género humano, ahora más que nunca, inseparable compañero de nuestros políticos, también presente en el Rock and Roll, en mayor o menor medida, como una fuerza necesaria para activar la diversión en su forma más gamberra y quitar un poco de hierro al asunto, en cuanto a trascendencia y gravedad. Desde aquí reivindicamos la estupidez en su estado puro, y a ser posible con un regusto bizarro.

Si la estupidez se mezcla con humor, puede que surja el idilio perfecto, y entonces es aquí donde entran en juego los Angry Samoans, testigos y protagonistas de excepción de la ola Punk californiana de finales de los 70, principios 80. Realmente el origen de Angry Samoans tuvo lugar en Little Rock, Arkansas, cuando Metal Mike y Gregg Turner, dos críticos de Rock en ciernes, unen fuerzas para dar rienda suelta a sus pasiones musicales por los grupos de Garage de los 60, The Velvet Underground o Dictators, de los que montan una banda de versiones.

En 1978 se trasladan a California y forman los Angry Samoans. No están solos, hay muchos más con sus mismas inquietudes y aspiraciones, que no son otras que tocar sus instrumentos lo más fuerte posible, divertirse, e igualmente, tocar las partes íntimas de una sociedad apática y aburrida con generosas dosis de provocación, mala leche y un oscuro sentido del humor. Avengers, Dickies, Weirdos, Adolescents, Dead Kennedys o Germs, formarían parte del espectro de grupos «underground» que aportarían frescura al asunto, y resucitarían el espíritu desinhibido y políticamente incorrecto del Punk Neoyorquino. Grupos que con el tiempo evolucionarían (algunos) hacia el Hardcore,  estilo mucho más  duro y crispado, y otros simplemente desaparecerían dejando como herencia algunos singles maravillosos.

El primer bolo de los Samoans lo ofrecen en 1978 junto a The Aliens, pero sin Roky Erickson (se encontraba indispuesto), uno de los grandes gurús de la banda. Otro concierto lo dan en un sanatorio mental donde preguntan si hay adictos a la heroína entre el público, en un claro ejemplo de estreñimiento mental, pero que en el fondo no deja de tener su gracia. En 1980 publican un primer LP, «Inside my brain», que recoge su primer EP ampliado con más canciones. Es un fulminante disco de Punk-Rock enraizado directamente con el Rock de vieja escuela, lleno de canciones inmediatas y estribillos con gancho, que el grupo ejecuta como si tuviera prisa por librarse de una silla eléctrica que se retro-alimenta con los amplificadores a máximo volumen.

En «Inside my brain» los Angry Samoans organizan su revolución personal con incandescentes pildorazos con sabor a azufre. «Right side of my mind», un apasionado himno de auto-afirmación basura hecho del material de las buenas canciones: urgencia, sencillez, riff que taladra el cerebro y letras directas (El lado izquierdo de mi mente / es electrocución / no mires lo que encontrarás / es tu ejecución). «Gimme sopor» saca su lado más anfetamínico con deliciosos textos llenos de sarcasmo (Tengo un coche / voy rápido en mi coche / tengo un perro / soy un cerdo y tú una rana / toma una píldora). «Get off the air» arremete sin piedad contra un popular disk jockey de Los Angeles (Es el DJ favorito del Punk / Las bandas de Glam y la polla de David Bowie / son sus ideas de la New Wave / Rodney eres un maldito pedazo de mierda), provocando el veto automático de la banda en la mitad de los clubes de LA. «You stupid asshole» es su particular venganza de abandono sentimental, cocinado a base de bilis y mala uva (Te quitas la ropa / y me haces reír / Estúpida gilipollas / me pones enfermo).  No todo son improperios en el universo de los «Samoanos Cabreados», la bonita «Carson girls» rebaja la dosis de veneno con retazos que toman prestados de los Beach Boys más surferos; al fin y al cabo, sus raíces están asentadas en el Rock y Pop clásico.

Su segundo disco llega en 1982, y es para muchos el mejor trabajo del grupo, especialmente para la parroquia más inclinada al Hardcore. El disco se llama «Back from Samoa», e independientemente de giros estilísticos, es un sólido trabajo que define muy bien el sonido de esa época en California. Tiene en común con el anterior disco, mucha mala baba, contundencia, histrionismo y grandísimas canciones. Pero esta vez llevan el discurso mucho más lejos. Aquí las canciones las reducen a polvo, haciéndolas más breves y directas, amplificando su negro sentido del humor, hasta sobrepasar el límite del buen gusto y la provocación. Despachan 14 canciones en 17 minutos, dejándote exhausto pero con ganas de repetir una y otra vez. «Gas chamber» es una válvula de escape de aislamiento interno a punto de estallar (Estoy atrapado dentro de esta jodida mente). «Lights out», menos de un minuto es suficiente para descoyuntar todos tus miembros ( no te preocupes, solo déjales morir / y donar sus globos oculares hace que las luces se apaguen ). «They saved Hitler’s cock» combina Garage y bizarros guiones de serie B, macabros y deliciosos por igual (Si la polla de Hitler comenzara a hablar, diría: a matar hoy / Si la polla de Hitler pudiera elegir compañera, preguntaría por Sharon Tate ).  «Homosexual», es un certero proyectil cargado de ironía que apunta directo a Dan White (asesino de Harvey Milk, político y activista Gay) y Darvy Crash (cantante de los Germs, que se inyectó una sobredosis de heroína para morir en escena, pero fracasó y falleció terminado el concierto). Como anécdota, en «Back from Samoa» toca el bajo en algún tema el grandísimo Jeff Dahl, eterno Punk-Rocker, inmerso en mil proyectos y autor de una prolífica discografía.

A partir de mediados de los ochenta la escena Punk de Los Angeles (y alrededores) se empieza a difuminar, dando paso al «Sleaze Rock» con grupos como Guns’N’Roses, que deben más al Hard-Rock y al Glam que a sus hermanos Punks mayores. El gran éxito comercial de los grupos de Sleaze hace que el relevo generacional sea aún más traumático, y pronto los grupos Punk son condenados al olvido y obligados a reciclarse y evolucionar hacia otros estilos si quieren sobrevivir (caso de Redd Kross). Centrándonos en los Angry Samoans, siguen dando signos de vida, y evolucionan del Hardcore-Punk de «Back from Samoa» al Garage psicodélico clásico que tanto les influyó desde los inicios. Esta etapa por lo general no es muy valorada por los fans del grupo, pero merece mucho la pena, quizás no sea tan rompedora como los viejos tiempos, pero está repleta de suficientes buenos momentos como para situar a la banda en la buena dirección. El EP de seis temas «Yesterday started tomorrow» no tiene desperdicio, y es curioso que aunque en algunos temas se acerquen al Garage-Folk (alucinantes «It’s raining today» o «Electrocution») no pierden ni un ápice de su personalidad. «STP not LSD» de 1988, está más cerca a un conjunto de maquetas sin terminar que a un LP en condiciones. Aún así está hecho del material intangible de las buenas canciones, que no es otro que la capacidad de crear cierta tensión emocional, y esto no solo se consigue con una producción cuidada, principalmente va en el carácter del grupo y su forma de interpretar, y los Angry Samoans tenían suficiente personalidad como para desmarcarse de la mayoría.

En la época de «Back from Samoa» revisando a los Chambers Brothers

Un grandísimo tema de «STP not LSD»

Sex Museum

agosto 15, 2012

Si el anterior post trataba de unos cuantos grupos favoritos, los Sex Museum en el universo personal se acoplan perfectamente en esta categoría. Madrileños de nacimiento, les recuerdo perfectamente desde temprana edad. Corría 1986 o así, y una calle de mi ciudad estaba empapelada de carteles que anunciaban su primer LP. No les conocía, pero su imagen se me quedó grabada desde entonces. Lucían serios, mal encarados y distintos a los grupos de entonces… Y luego estaba su rompedor nombre,  «El Museo del Sexo», sin duda no se andaban con medias tintas, y supe desde el primer momento que ahí había acción.

Han pasado 25 años y todo sigue igual (o mejor). Sex Museum conservan la misma garra, honestidad y carácter, pero sobre todo una insobornable y modélica independencia propia del que cree en lo que hace. Siempre ellos mismos, ajenos a contaminantes externos como moda, fama o dinero. Han sembrado una sólida discografía, experimentando con distintos sonidos y texturas.  Han currado mucho, y cuando se han sentido cansados han parado con dignidad, para volver después con más fuerza. Actualmente conservan una formación estable desde hace años (quizás la mejor),  y todavía son capaces de sorprender, pero sobre todo de achicharrar las pestañas de cualquiera con sus amplis puestos al 10.

Nacieron bajo la rigurosa estrella del Garage y Rhythm and Blues más salvaje, poniendo los puntos sobre las «ies» con «Fuzz Face», hoy carne de cañón en el mundillo del coleccionismo discográfico. Pero ya se veía que eran distintos, y temas como «You» o «Drugged personality» se lanzaban hacia abismos más duros, algo más lejanos del Garage revival. Su siguiente aventura la comparten con los Macana, otra banda madrileña de Garage, que resuelven con  un flamígero LP conjunto donde introducen elementos de Psicodelia de finales de los 60, que les aleja aún más del Garage al uso. En 1989 llega «Independence», y supone un salto cualitativo (con temazos de gran nivel), pero también cuantitativo en cuanto a público. Estéticamente cambian su peinado Mod por largas melenas, las canciones mutan hacia el Rock duro de los 70, y definitivamente se alejan de sus primeros tiempos, pero siguiendo una evolución natural que una parte de su público más conservador no les perdona.

Sex Museum reciben los 90 con «Nature’s way», lleno de metralla Hard-Rockera que no habla de amor, sino de debilidad humana. Los Museum se auto afirman como una potente banda de Rock and Roll, pero también desarrollan su vena más Psicodélica, e invocan a Hendrix o Spirit mezclando narcóticas texturas de órgano Hammond. Le sigue «Fabulous & Furry», doble LP grabado en directo. Un disco lo graban sin público, y lo forma nuevas y desbordantes canciones llenos de alucinógenos intercambios de riffs de órgano-guitarra .  El otro consta de viejos temas que tocan ante un público entregado, que consolida a los Museum como una precisa y contundente apisonadora de directo. A mediados de los 90 publican «Sparks» y «Sum». Ambos desprenden elaboradas volutas de Rock cada vez más personal, con sus señas de identidad características de candente Hard-Rock y Psicodelia, pero también desarrollan bonitos medios tiempos. Además en «Sparks» rinden tributo a una de sus máximas influencias: The Who.

En este punto, Sex Museum aunque estaban en su mejor momento de popularidad, se toman un merecido descanso debido a la factura que pasa el desgaste de las agotadoras giras. Por suerte no es un adiós definitivo, y vuelven en el 2000. Desde entonces, aunque han tenido que compaginar los múltiples proyectos paralelos de sus miembros, algunos tan exitosos como Coronas y Corizonas, han continuado grabando y girando con regularidad. Su último disco del 2011 se llama «Again & Again», y se puede apreciar los múltiples registros de la banda, además de resumir perfectamente como han ido creciendo y evolucionado a lo largo de todos estos años. Un tiempo que se traduce en experiencia y sabiduría, pero que no implica acomodarse en la poltrona de la veteranía ni nada parecido. Esta gente todavía tiene muy mala leche y mucho que ofrecer, ya sean discos y conciertos.

www.sexmuseumrock.com